En este apartado agrupamos las diferentes especies que cuentan una historia mínima: microcuentos, microrrelatos y minificciones.
El
primer microrrelato que compartimos es "Ecuánime". Se trata de una
historia que dimensiona la moral del hombre en situaciones límites, aunque
el texto no da indicios de los motivos de su crimen. El remordimiento
acuchilla al personaje, le impide vivir en armonía con su propia conciencia.
Así, para culminar con la tortura y el peso de su conciencia decide acabar con
su existencia, dejando expreso los motivos de su suicidio en una breve carta.
ECUÁNIME
«Los
criminales siempre me han parecido criaturas despreciables, inhumanas, en
especial los asesinos. Son seres repugnantes que no merecen vivir y deben ser
aniquilados», escribió en la última línea de su carta de suicidio.
Diego Martínez Jurado
(Guatemala)
En el microrrelato “Deprese”
asistimos a una historia sobre un naufragio, cuyo personaje busca sobrevivir en
medio del mar. En esa lucha por sobrevivir acaba con su familia. Finalmente, el
acecho de los tiburones, la soledad y la falta de alimento lo llevan a perder
la cordura. En ese contexto, la aparición de una gaviota es su única esperanza
de encontrar tierra y salvarse, aunque probablemente solo se trate de un
delirio.
DEPRESE
Evocado en una pequeña barca estoy, en medio del
fatídico mar, con la única esperanza que me queda: una gaviota salvadora.
Parece que la aventura está pronta a su final; tal vez ya era hora. El camino
fue extremadamente largo, pero igualmente se sintió como un breve respiro. Pasé
noches enteras pensando que moriría aquí, pero hubo mañanas gloriosas en las
que me levantaba queriendo enfrentar a puñetazos al tiburón que nadaba bajo mi
balsa. Ahora, esa gaviota me salvará; aunque llegué a amar esta balsa, siento
sus cadenas. Está más sola. Cuando comencé, venía conmigo toda mi familia;
quizás se molestaron porque los lancé por la borda, pero no importa. Solo
seguiré a la gaviota hasta la tierra... ¿por qué cae al mar? Oh, miren, otra
gaviota más en mi balsa, y ya comenzó a volar; seguro esta me salvará.
Leonardo Daniel Montufar Ayala (México)
La
concisión, el manejo del lenguaje y el trabajo técnico son los ingredientes básicos
para un buen microrrelato, como en caso de “Ten tus regalos”. Esta historia
trata sobre la llegada de Papa Noel con el obsequio esperado por el niño. El
deseo del protagonista se cumple, pero la petición es oscura y terrorífica,
pues sus regalos son las cabezas de sus padres y hermanos. Y el relato cierra
con la satisfacción del niño, quien está feliz porque su deseo ha sido
consumado.
TEN TUS REGALOS
Cuando desperté, Papa Noel todavía estaba allí,
parado junto a mi cama. Me entregó cuatro cajas con lazo, miré lo que se
hallaba dentro, estaban las cabezas decapitadas de mis padres y mis hermanos.
El ser regordete me dijo, con una sonrisa en su macabra faz, que mi deseo
estaba cumplido, y se esfumó por la ventana. Yo, sorprendido, solo atiné a
saltar de alegría.
Carlos Enrique Saldívar (Perú)
En el
microrrelato “A mate cocido” encontramos una historia vinculada con una
problemática social arraigada en Latinoamérica, la pobreza y la desnutrición.
Es un texto que explora la condición humana desde la mirada de una madre, que
anhela ver nuevamente a su hijo, quien está internado en el hospital por un
cuadro de anemia. Sin duda, un microrrelato que golpea las fibras del corazón.
A MATE COCIDO
La veo pasear su delgada figura
alrededor de la plaza. Siempre está mirando hacia el hospital. A veces la
acompañan cuatro chicos tan flacos como ella.
Hoy me senté a su lado. Una mata de
cabellos rojos enmarca su rostro sin sonrisa. Sus ojos parecen extraviarse en
las flores de lapacho caídas en el piso.
Sin mirarme saca de su bolsa una
mamadera de plástico teñida de verde y me pregunta:
─ ¿Usted sabe cómo se sacan las
manchas de mate cocido? ─ Le contesto
que sí.
Vuelve a guardar la mamadera. Cuenta
que tiene a su hijo de tres años internado hace varios meses. Cruza las manos
sobre la falda y continúa.
─Porque estaba muy flaco, todos
nosotros somos flacos.
Porque tiene la panza hinchada, a
todos se nos hincha la panza a veces.
Porque es bajito para su edad.
Nosotros no somos muy altos que digamos.
Porque estaba anémico. ¡Y capaz que
todos en la familia somos anémicos!
Y que tiene carita de mono. ¿No se
habrán visto ellos?
Dicen que no lo alimenté y que me
van a denunciar. ¿Qué creen que con lo que gana el Juan en la recolección de
limones alcanza para los siete que somos?
Me dicen que ya debería estar
hablando bien y caminando. Si todos los míos han lerdiao.
Me quieren explicar qué es el
marasmo. Yo sólo quiero que me devuelvan al Marito.
Gitana
María Cristina Guerrero (Argentina)
El escenario en el que nos sitúa el microrrelato “Familia”
es desconcertante y misterioso. Es un texto que posee un giro sorpresivo, pues
el protagonista llega a casa y es testigo de una masacre. Pero al concluir la
lectura se revela que el asesino es el mismo protagonista, quien al parecer
sufre de esquizofrenia.
FAMILIA
La casa mostraba un caos absoluto, los objetos
tirados y los muebles manchados de sangre me alertaron de la desgracia que
estaba por presenciar. Entré a los aposentos y vi el cuerpo de mis padres y en la
esquina de la cocina, en plena agonía, yacía mi hermanita con los ojos
abiertos. Corrí de inmediato buscando un rastro del asesino, pero antes recordé
que debía enterrar el arma.
Stefany Herra Chaves (Costa Rica)
En el microrrelato “Piedras” asistimos
a una profunda reflexión de un objeto común, la piedra, que ha permitido el
desarrollo del hombre y ha propiciado cambios en el transcurso de la
existencia. Estas transformaciones no sólo le competen al ser humano, sino
también al planeta que habitamos. Así, el autor nos plantea como la piedra ha
ido adquiriendo protagonismo en los diversos periodos o estadios de nuestro
mundo.
Piedras
«Y el que esté libre de pecado, que arroje la primera
piedra»; entonces, la sucia mano me dejó caer.
Al ser humano no le somos
indiferentes. Somos todo para ellos, aunque ni siquiera lo saben. Servimos de
divertimento por los saltos antes de hundirnos en un lago o rompemos cristales
de los odiosos.
Las piedras no medimos el tiempo, mas
este se incrusta en nosotras para dejarnos como testigos. Nos quisieran
parlantes para describir el golpe a Goliat, cómo nos apilamos en Guiza,
Teotihuacan y Cuzco o por la muerte de un trilobite en nuestro regazo.
A los anteriores amos de la Tierra,
quienes desaparecieron por nuestra causa, les éramos indiferente. Fuimos lanzadas
sobre los hermanos de los nuevos dueños, rodeadas de brea ardiente. También nos
han tallado para representar sus creencias, nos llaman Zeus o Jesús. Pigmalión,
nos amó tanto que rogó a sus dioses transmutarnos.
La humanidad se aprovecha de nuestra
textura y color para contrastar el cuello de la mujer para hacerlo apetecible.
Somos divertimento, arte, armas y
silentes testigos. ¿No sería justo que nos trataran con mayor respeto? No, no
son capaces. Sería imposible que nos hicieran un monumento… porque ya somos todos
los monumentos.
Enrique R. Soriano Valencia (México)
El
microcuento “La última llamada” trabaja la condición humana, desde la
mirada de la soledad o vacío existencial. Esa oquedad que emerge desde la sombras
y que atormenta a la protagonista. Esta busca de alguna manera llenar el vacío
existencial que padece, pero al no poder hacerlo termina acabando con su vida. Un texto que nos lleva a preguntarnos si el hombre puede vivir solo o necesita coexistir en sociedad.
LA ÚLTIMA LLAMADA
En
un pequeño apartamento, la luz del atardecer se filtraba a través de las
cortinas grises, creando sombras alargadas que se arrastraban por las paredes.
Clara se sentó en el sofá, mirando su reflejo en la pantalla del televisor apagado.
La vida fuera de esas cuatro paredes parecía un eco distante, un murmullo que
nunca alcanzaba su corazón.
La
soledad la había abrazado como una manta pesada, sofocante. No había mensajes
en su teléfono, ni visitas inesperadas. Solo el sonido del reloj que marcaba el
paso del tiempo, cada tic un recordatorio de lo que había perdido: amigos,
sueños, incluso la alegría.
Una
tarde, mientras el cielo se oscurecía, decidió hacer algo que había postergado:
una llamada. Buscó en su lista de contactos hasta encontrar el nombre de su
hermano. Su pulso se aceleró, pero el deseo de conexión la impulsó a marcar.
El
tono de la llamada resonó en su mente, cada segundo se sintió como una
eternidad. Finalmente, escuchó su voz, entrecortada, al otro lado de la línea.
Pero, en lugar de la calidez que anhelaba, se encontró con la frialdad de una
conversación superficial, un ritual que se había convertido en un deber.
—¿Cómo
estás? —preguntó él.
—Bien
—respondió Clara, pero las palabras sonaron vacías, como ecos en una cueva.
Hablaban
de cosas triviales, de la vida que continuaba ajena a su sufrimiento. A medida
que la conversación avanzaba, el aire se volvía más pesado, y Clara sintió que
se hundía en un abismo. La risa de su hermano le parecía un eco lejano, algo que
había olvidado cómo se sentía.
De
repente, él dijo algo que la hirió profundamente: —¿Recuerdas cuando éramos
niños y hacíamos planes? Nunca los cumplimos.
Esas
palabras la golpearon con la fuerza de un huracán. En un instante, la distancia
que había crecido entre ellos se hizo palpable. Una soledad insoportable se
instaló en su pecho.
—¿Por
qué no me visitas? —preguntó Clara, su voz temblando.
—Estoy
ocupado, Clara. La vida no se detiene —contestó, con un tono que destilaba
desdén.
Con
esas palabras, se cortó la comunicación. El silencio la envolvió, un vacío
helado que le robó el aliento. Se quedó mirando el teléfono, la pantalla oscura
reflejando su rostro, un rostro que ya no reconocía.
En
la penumbra de su habitación, la desesperación se convirtió en un grito mudo.
No había más fuerzas para luchar, para seguir buscando una luz en la oscuridad.
Cerró los ojos y, por un momento, todo se detuvo.
Sin
más esperanzas, tomó una decisión que se sentía inevitable. Se sentó en el
borde de la cama, la angustia apretando su pecho. En el silencio de la noche,
el mundo fuera seguía girando, pero en su interior todo había terminado.
Mientras
la luna brillaba a través de la ventana, Clara se despidió de la vida, de las
promesas vacías y los ecos lejanos. La última llamada que había hecho se
convirtió en un eco solitario en su mente, un susurro de lo que pudo ser. Y con
un suspiro, se dejó caer en la oscuridad, el peso del silencio envolviéndola
como un manto eterno.
Persefone
Reyes (México)
El lenguaje y el tratamiento técnico es importante en la
escritura y lo es más en los microrrelatos, como se constata en “Ritos para la
lluvia”. Se trata de una historia que se vincula con las supersticiones, la cual puede tener consecuencias trágicas. De esta forma, persiste la creencia de las
personas que una manera de incentivar la lluvia es provocando fuego en la
tierra, sin embargo, esto termina desatando más desastres y pérdidas humanas.
RITOS PARA LA LLUVIA
Mientras la tarde agoniza en el horizonte. El grito de un
hombre desgarra el silencio en el campo. Nuevamente el incendio ha devorado las
chacras y se ha llevado a otra víctima (probablemente de otro sacrificio). Nadie
sabe cómo se provocó el fuego, pero los pobladores dicen que muy pronto
lloverá.
Juan Martínez Reyes (Perú)
Hay textos que nos dejan con un sabor a nostalgia, el
microcuento “El encuentro” es uno de ellos. La autora, a través de un lenguaje
poético nos va narrando el retorno de un amor en pareja. La protagonista
aguarda con ansias volver a ver a su amado, luego de una larga espera el
encuentro se consuma. El ser amado regresa un momento, solamente para hacerle
saber que la espera en la otra vida. Así, esta historia nos sorprende con la
aparición de un espectro, culminando así con un final sorpresivo y contundente.
EL ENCUENTRO
El silencio escondía un secreto, mientras el sol agonizaba
en la tarde. Tus recuerdos llegaban a mi mente y en el silencio imploraba tu
regreso. Todas las tardes recordaba los momentos que vivimos. Extrañaba tus
abrazos, tus besos y los poemas que me escribías. La última vez que nos vimos
fue aquella noche que te fuiste prometiéndome volver. Desde aquella vez, todo
cambió en mi vida, no volví a ser la misma. Frente al mar observaba la caída
del sol. Logré entender qué es lo que pasaba. Me sentía triste, porque no podía
ayudarte. Debías resolver ese problema solo. Quizá por eso desapareciste alejándote
de mí en silencio. Dejándome sólo tus recuerdos que acuchillaban mi mente cada
vez que el sol agonizaba en la tarde. Tu imagen aparecía en las olas del mar,
llamándome, pidiéndome ayuda.
Una tarde cuando el sol se ocultaba como de costumbre, te
vi frente al mar. Corrí con todas mis fuerzas para abrazarte, pero te sentí
algo frío. Mi corazón lloraba a mares. Te miré y te dije: “Sabía que vendrías a
verme en algún momento. Te he extrañado mucho”. “Regresé para verte. No te voy
a dejar sola. Eres como una luz que ilumina mi camino. Te amo y siempre te
amaré, me dijo”. “¿Qué fue lo que te sucedió? ¿Por qué te fuiste?, le pregunté”.
Por un momento pensé que me respondería, pero ya no estaba ahí. Se había
desvanecido. Entonces entendí que había aparecido para despedirse. Sentí que al
final nos íbamos a unir como el sol y la luna, la noche y las estrellas, el
silencio y el secreto. La penumbra iba muriendo lentamente con la llegada del
alba y yo estaré lista para el próximo y definitivo encuentro.
Clarisa Sumilinda Escalante Chávez (Perú)
En el microcuento “Devorador de mineros”, nos
encontramos frente a una historia de raigambre andina, pues uno de los
personajes principales es el muki, el duende de las minas. Este ser se le
aparece a uno de los mineros, primero en el socavón y, luego lo persigue en los
sueños, hasta que finalmente acaba con él. Y después, continúa buscando nuevas
víctimas, porque aún tiene sed de sangre. Sin duda, una historia terrorífica
que nos hace estremecer.
DEVORADOR
DE MINEROS
El muki quiere sangre de una nueva víctima. Cuando los
mineros estaban trabajando, apareció frente a uno de ellos el muki. El muki era
de tamaño de 90 centímetros, su cuerpo brillaba como el oro también su lampa y
su carretilla. Su mano derecha estaba manchada de sangre.
El trabajador que vio al muki, no podía descansar
tranquilo. Lo soñaba cada noche. En su sueño, el muki le pedía frutas y un vino.
Al siguiente día, el trabajador se fue a la mina con la mente llena de miedo. Entró
a trabajar y cuando estaba con la carretilla lo vio y este ser lo saludó con la
mano llena de sangre. El trabajador grito: ¡Ahí está el muki!
Los demás que estaban a su lado le dijeron, ahí no
hay nadie y se rieron de su compañero. Aún con miedo salió a almorzar al
comedor. Después de una hora entró de nuevo a trabajar. Y le tocaba lampear y
el muki otra vez se presentó al minero. Él
ya no quiso trabajar y les dijo a sus compañeros que se iba. Cuando estaba
saliendo le cayó una roca en la cabeza y el minero quedó ensangrentado y el
cráneo partido. Sus compañeros de trabajo corrieron a mover la piedra y cuando lograron
moverla, el minero ya no tenía nada de sangre, porque el muki se la bebió.
Al día siguiente, dos mineros comenzaron a soñar
con el muki. Ellos al principio no le dieron importancia, porque pensaron que
era un simple sueño. El muki dejó de presentarse en sus sueños, sólo dejaba
huellas de oro en los socavones de la mina para que lo sigan. Los dos mineros les
contaron a sus compañeros su experiencia. Un día cuando estaban afuera, los
cincos mineros vieron una luz amarilla en la boca de la mina. Ellos sintieron
curiosidad por ver lo que era. Se fueron a observar y vieron que era el muki
llevando una bolsa de coca y una cajetilla de cigarro. Ellos se quedaron
asustados y el muki volteó a verlos. Los mineros asustados salieron corriendo y
se tropezaron. Los cinco mineros se fueron rodando hacia el abismo.
Luis Yupán Luna (Perú)
En
“Potajes exquisitos”, se despliega el manejo de la técnica del dato escondido.
Recurso que emplea bien la autora para dar un giro sorpresivo en el
microcuento. Se trata de una historia que nos va llevando hacia una serie de
matanzas, que parecía ser de un animal de carne muy fina y exquisita, sin
embargo, al final descubrimos que asesinaban a indefensos perritos que eran
albergados en una perrera. Una historia que nos hace reflexionar sobre el
consumo de ciertas carnes en algunas latitudes del mundo, que sería un acto de
crueldad en nuestro contexto.
POTAJES
EXQUISITOS
El sol
agonizaba en la tarde y el silencio escondía un secreto. La chica que cuidaba de
ellos estaba atemorizada.
En un momento
pensó qué sería de esas criaturas cuando se lo llevasen. El tiempo se
desgranaba en la penumbra. Llegó la noche y se escucharon los gritos de
desesperación y de tristeza. Los hombres llegaron y los subieron a un camión. Pasaron
por extraños lugares y se detuvieron en una zona desolada. El lugar era
escalofriante pues había muchos objetos como cuchillos y machetes. Ellos
estaban atemorizados y gritaban desesperados pidiendo ayuda.
Cogieron al
más gordo y le cortaron la cabeza de un tajo. Todos los días mataban a tres
para venderlos en los restaurantes y en las carnicerías. Las personas comían
esa carne, pues era deliciosa.
Nadie sabía
que esos decapitadores asesinaban diariamente. Pasaron los días cuando se
terminó la carne y otra vez fueron donde la chica a comprar más, pero ella se
negó porque supo lo que hacían con ellos. Aun así, a la fuerza se llevaron más.
Otra vez hicieron lo mismo con ellos. Todos pensaban que era carne de res, por
eso todos los días iban a comprar. Aquellos hombres habían ganado mucho dinero.
Pero no se conformaban con lo que obtuvieron y deseaban más.
Pronto ya no
hubo más carne y ellos estaban frustrados, ya que no podían generar más dinero.
Pasaron varios días y un niño encontró varias cabezas detrás de la casa de
aquellos hombres. Se sorprendió y prefirió irse de aquel lugar. Pronto pasaron otras
personas por esa casa y también vieron esas extrañas cabezas y no lo podían
creer. Sin pensarlo dos veces, fueron a denunciar a los hombres. En poco tiempo
todas las personas se enteraron de lo que vendían ellos. Fueron llevados a la
cárcel porque lo que hacían era un delito muy grave. Lo que vendían en las
carnicerías y preparaban en los restaurantes no era carne de res, sino carne del
mejor amigo del hombre.
Brenda Vega Ángeles (Perú)
Llevando el microrrelato a su máxima expresión se ubica “El juego”. Se
trata de un texto de apenas veintiún palabras, cuyo tema central es la caza de
humanos como una forma de divertimento. Es un interesante texto donde la autora
maneja la economía del lenguaje y el final sorpresivo de forma adecuada.
EL JUEGO
—Deseo la presa
ideal para cazar. Debe tener coraje, delicadeza y raciocinio.
—Mi general, ningún
animal razona.
—Hay uno que
sí.
Carmen Elisa
Benavides M. (Colombia)
Con un buen
manejo del lenguaje, utilizando las palabras precisas y a través de un narrador
personaje, el autor del microrrelato “El remordimiento”, nos hace sentir el
miedo y la angustia que vive el protagonista. Este quien nos cuenta su propia
historia, nos revela al final que la mujer quien lo persigue incansablemente es
un espíritu, pero ella no tiene conciencia de ello.
EL REMORDIMIENTO
Ha muerto, lo
sé. Casi que ni hacía falta verle la cara a Adela el día que vino con la
notica, sin saber dónde poner los ojos asediados por el intenso magenta del
llanto y la oscura novedad llenándole la boca. Me sentí triste también. Ella
estaba en la casa del cerro. Las noticias por estos páramos a veces corren
alocadas como bestia espantada, otras van dando tropezones o se atascan en el
fango vanamente. Yo me meto en la cama y Adela viene después y empieza a
conversar. Sus ojos brillan aún asediados por el magenta. No falta a mi cuarto
cada noche, aunque antes de acostarme siempre confirmo que la puerta ha quedado
bien asegurada, porque más que la tristeza, siento miedo, desde que me ha dicho
que está muerta.
Jeison Leandro
Bolaños (Colombia)
A
través de un lenguaje poético, el autor dimensiona una historia de corte
social. Así en el microrrelato “Beso de buenas noches”, narrada en segunda
persona (tú), se presenta el relato de una familia, cuya ausencia paterna es
sentida por la esposa, quien solloza en silencio. La atmósfera mustia de esta
historia nos revela finalmente el porqué del abandono del padre. Sin duda, una
historia que nos llenará de dolor y ternura.
BESO DE BUENAS NOCHES
La
noche se desgarra frágilmente como una tela desvencijada por el aullar de los
perros. Ahí estás deshojando tu dolor sobre la almohada, porque la congoja ha
desbordado tu pecho hasta que el sueño finalmente te vence. Entre sueños, lo
has visto asomarse a medianoche entre los eucaliptos mustios. Has creído verlo ingresar
a tu habitación como todas las noches, para besar la frente de tu hija con
dulzura. Al nacer el alba, tu pequeña te ha dicho con sus ojos henchidos de
alegría: “He sentido que papá venía y me besaba la frente”. Un ligero estremecimiento
recorre tu cuerpo y algo te aprieta el corazón. No fue un sueño, piensas. Rebuscas
en tu mente la palabra exacta, después de un breve silencio, al fin le
respondes con voz quebrada: “Tu padre ahora está con Dios, hijita. Un día
estaremos juntos los tres”. Y tu pequeña sonríe inocentemente, sin saber que
jamás volverá a ver a su padre.
Juan
Martínez Reyes (Perú)
La concisión y la pericia del manejo técnico se
hacen patentes en el microrrelato “El último acto de la bruja”. Se trata de un
texto con el personaje clásico de la bruja que es ajusticia por el pueblo, pero
cuyo final sorpresivo cierra de forma certera la historia. En vez de utilizar
su magia para salvarse, la bruja decide acabar con todo el pueblo, consumando
así su dulce venganza.
el último acto de la bruja
Solo tenía poder suficiente para un truco más de magia. En lugar de
librarse de las amarras, hizo que los que la habían ajusticiado, los que la
veían arder, el pueblo entero, se unieran a ella en la dolorosa hoguera.
Llevarse a todos consigo al infierno agradaría mucho a su amo.
Carlos Enrique
Saldívar (Perú)
A través
de un lenguaje sencillo y narrado en tercera persona, la autora nos va narrando
un suceso común en la vida cotidiana de una familia, el miedo de los niños
cuando sufren de pesadillas. Así en el microrrelato “Terrores nocturnos”,
asistimos a una historia que nos hace sucumbir al terror de forma imprevista,
pues el final sorpresivo que maneja la autora nos deja en vilo. Una excelente
historia que los hará estremecer de miedo.
TERRORES NOCTURNOS
La niña
se acercó a la cama, mami tuve una pesadilla, puedo dormir con ustedes, dijo con
mirada dulce abrazando a su perro de peluche.
Su madre
en la penumbra acostada en la cama, duditativa buscó a tientas aprobación en su
esposo, este de espaldas a ella negó con la cabeza. Ya eres suficientemente
mayor para dormir en tu cama, además tienes a coco, dijo tomando el peluche.
La mujer
tomó a su niña y caminó soñolienta directamente a la habitación de la pequeña. Ahora
es hora de dormir, dijo abriendo y señalando la puerta; sin embargo, cuando
miró dentro, su hija dormía en su cama.
Nerley
María Díaz Solera (Colombia)
Narrado en primera persona como una forma de hacer más verosímil
la historia, la autora nos conduce a sumergirnos en los sucesos insospechados.
“Como velo” es un microrrelato que aborda un crimen sin resolver, cuyo
protagonista rata desesperadamente de indicarle a su madre quien es el asesino.
A pesar de sus esfuerzos no puede lograr su cometido, pues ya es un ser del
otro mundo. De esta manera, la historia culmina con un desenlace sorpresivo y
contundente.
Como velo
Sacudo mi cuerpo, los sobrantes se desprenden, me incorporo y
corro lo más rápido que puedo. Llegué y rodeé la
casa, recordé que mamá escondía siempre una llave bajo una maceta. Cuando me
acerqué al cerrojo, mi mano atravesó la puerta. Anduve con angustia por las
habitaciones de la casa. Cuando la encontré quise advertirle; no pude
pronunciar palabras, en mis balbuceos arrojé gusanos por la boca y la nariz,
olvidé que había dejado de ser visible, solo atino a tirar algunas fotos del
buró. El espejo me refleja como una luz blanca que poco a poco se esparce. Él
la abraza fingiendo protegerla. ¿Cómo le digo que el hombre con quien se casó
es mi asesino?
Yanzey Morales
Marín (México)
Con un lenguaje poético el autor nos
envuelve con su historia. En el microrrelato “Dana” asistimos a un texto que
aborda una temática ligada a los fenómenos naturales y que trae consigo un
desenlace aciago. Los personajes son asediados por una fuerte lluvia que se
convierte en una inundación y destruye la ciudad. Sin duda, un texto que nos
hace cavilar sobre las consecuencias del cambio climático en el mundo.
Dana
Diluviaba, pero fueron por la torta y el
helado para la fiesta. Riendo, bajaron al parqueadero y entraron al coche.
Muchos otros esperaban con las luces ya encendidas, cerrados los vidrios y la
reversa lista. Todos vieron entrar el río por la amplia puerta del sótano:
Violento, amarillo y denso. El niño, que cumplía diez añitos, se atenazó al
abuelo y cerró los ojos. El viejo lo abrazó, mientras veía al monstruo
estrellarse contra las paredes del frente y virar hacia ellos, transformado en
ola que estalló en su cara. Sepultado unos segundos, el coche aplastado emergió
y se unió a los demás que giraban en el interminable remolino fúnebre.
Marino Agudelo Hoyos (Colombia)
Lo oscuro y
misterioso se hace patente en “La luz”. Es un microcuento que a través del
manejo psicológico, el protagonista va siendo conducido por una voz. Camina por
las calles hasta consumar el encuentro con esa misteriosa voz, cuyo rostro se
revela al final. Un excelente texto que nos hace reflexionar sobre lo
sobrenatural y destino final del ser humano, la muerte.
La luz
La luz tomando forma de candil lo
iluminaba mientras caminaba con parsimonia por una ciudad moderna con
edificaciones cubiertas de una espesa vegetación Una ciudad sin habitantes. Con
el corazón arrebolado, se regocijaba el anciano de su suerte. Entre cientos de
candidatos fue el elegido. Mientras avanzaba, sus huesos recibían una molesta
brisa que lograba que todo su cuerpo temblara, pero sin importarle que encontraría
al final de su recorrido seguía la guía de la luz, en una oscura y tenebrosa
noche. Un grito en forma de lamento lo detuvo. Su cuerpo le respondió con unos
esténtores. Luego, pasado un tiempo, emprendió de nuevo la marcha. Gozaría de
una felicidad pronosticada para quienes como él podría llegar al sagrado lugar
del supremo conocimiento.
Sin embargo, no imaginaba que desde las
profundidades de la ciudad unos ojos lo observaban con curiosidad.
- ¡Avanza que estás a punto de lograrlo!
Escucho hablar una voz de gruñido metal.
- ¡Aleluya! , gritó el hombre.
La voz volvió a hablarle, ahora con
palabras dulces, intentando manipular su mente para que continuara con
entusiasmo su recorrido guiado de muy cerca por la luz, y de esta forma no
decidiera en el último minuto regresar.
- ¿A qué lugar me conducen?, preguntó.
- Uno que no los has visitado ni en tus
sueños, dijo la voz.
Cuando había avanzado lo suficiente una
fuerza invisible lo detuvo. Él, levantó la mirada y se encontró con un ser cubierto
por una túnica negra. Fue cuando, logró ver debajo de la capucha sus ojos que
emitían un rojo destellos que helaban su sangre.
El anciano lo escuchó hablar del
infierno. El infierno, que muchas veces se viste de tules y perfuma su horror,
es la ley antigua de la condenación. Ahora, le suplicaba con un tono casi
lastimoso que continuara caminando, pero el viejo estaba paralizado como una
estatua de sal, sin saber qué hacer.
Luego aquella criatura le dijo:
- ¡Abandona la luz!
Ante semejante petición, reaccionó y emprendió
el regreso, pero cuando estaba a punto de alcanzar el edificio más alto de la
cuidad, lo esperaba el encapuchado de
negro.
- ¿Quién eres?, le preguntó con la
respiración entrecortada.
El anciano logro ver el rostro del
hombre de negro.
-¡Noooooo!
Un grito de horror que se escuchó en forma de eco en la ciudad
moderna y sin habitantes. Luego con un chasquido casi imperceptible,
desapareció la luz, dejando el anciano solo, infinitamente solo y abandonado, mientras
era tragado por la boca de la muerte.
Iraldo Ramírez
(Cuba)
En el microcuento
“Perimortem” nos encontramos con una historia sobre un aventurero de los
sucesos terroríficos. Así, el protagonista sin importarle los antecedentes del
lugar que irá a visitar decide ir a conocerlo. Tarde se da cuenta de su error,
pero ya no puede hacer nada para escapar de su destino. Un buen texto que a
través de un lenguaje sencillo, el autor nos va conduciendo hacia lo inesperado
e inverosímil.
Perimortem
Nadie se atrevía a adentrarse en aquella casa, quizá
por las múltiples desapariciones que en ella se han suscitado, la mayoría de
grupos que se aventuraban con el propósito de grabar algún documental
intentando resolver aquel misterioso asesinato de hace cinco años, mientras
otros únicamente ingresaban por curiosidad, por el morbo de estar en un lugar
con fama de maldito y en el que se había producido un crimen atroz, el sitio de
un homicidio, un lugar invadido por fantasmas u otro tipo de entes
paranormales. Quizá yo pertenezca a uno de estos grupos, o sea solo un tipo sin
oficio.
La mujer apareció degollada en las escaleras, colocada
en una posición antinatural que los forenses no supieron explicar, era como si
hubiese intentado dar un salto mortal hacia atrás con la garganta cortada y
cayera doblándose la columna vertebral de tal modo que el cuerpo no parecía
seguir ni las leyes de gravedad ni las de la anatomía humana, pues las
vértebras se habían arqueado sin romperse de una manera antinatural, se
encontraba con la cabeza en un escalón, viendo hacia abajo, las manos hacia al
frente intentando usarlas para caminar, la espalda arqueada al máximo
inimaginable y los pies sobre otro escalón, apoyándolos como si intentara
caminar en esa misma posición extraña. Como en una posición de yoga, como si
hubiese estado caminando de esa manera peculiar, bajando las escaleras para ser
precisos, pero las salpicaduras de sangre en todas las paredes descartaron esta
posibilidad, ante los expertos era más aceptable pensar en que el asesino la
arrojó de las escaleras de una manera violenta y que ella, retorciéndose del
dolor, tomó la posición corporal anormal, desafiante a los científicos mismos. El
mayor reto es que la víctima vivía sola y la policía no encontró ningún
pariente ni conocido que respondiera por ella, básicamente fue el asesinato de
un fantasma, sumado a la escasa o nula evidencia y la ausencia de testigos de
cualquier tipo.
Todos los periódicos de la zona e incluso unos de
talla nacional cubrieron la noticia que dejó perplejo a más de una persona, la
casa se volvió concurrida: reportajes, documentales, investigaciones
policiacas, grupos de jóvenes que querían visitar la escena de un crimen,
sectas, entre otros. Hasta que los visitantes comenzaron a desaparecer,
entraban, mas no salían y las visitas se dejaron de producir de golpe, como el verano
detiene las lluvias. Las leyendas urbanas no se hicieron esperar, surgieron
centenares de ellas, algunas más creativas que otras lo cual alejó en mayor proporción a las
personas. La que más se difundió decía que el teléfono de la casa comenzaba a
sonar con intensidad y repetición al sentir la presencia de personas en ella y
que después de eso comenzaban a escucharse gritos de desesperación seguidos de
golpeteos extraños, aruños, alaridos y demás sonidos asociados a los asesinatos
realizados por espíritus malignos.
Claramente no me dejé llevar por lo que la gente
decía, nadie se atreve a entrar a la casa por miedo, pero no me asusta, para mí
representa una aventura, no siento miedo por ese estilo de cosas absurdas, o
eso pensaba hasta que el teléfono comenzó a sonar sin sosiego y mi cuerpo fue
lanzado de manera antinatural por las escaleras. Ahora solo escucho el ring,
ring, ring… mientras la pared gotea de color rojo al estilo del arte
vanguardista.
Autor: Diego Martínez Jurado (Guatemala)
La
rivalidad y el deseo de ser superior a los demás se aborda en “La maldición de
las gemelas”. Se trata de un microcuento donde dos hermanas gemelas sienten el
deseo de competir entre sí para saber quién es la mejor. De esta manera, a
través de un concurso de Halloween deciden mostrar lo mejor de sus habilidades
para causar terror. Finalmente, Valeria, una de las gemelas, es quien termina
siendo la ganadora, a costa de su propia vida. Así culmina el texto con un
final irónico y sangriento por la forma de los acontecimientos.
LA MALDICIÓN DE LAS GEMELAS
Fátima
y Valeria siempre vivieron bajo la sombra de la competencia. Desde muy niñas,
se notaba la rivalidad que se tenían las dos, tanto era la rivalidad que
competían por ver quien sacaba la mejor nota, quien tenía más amigos, quien era
la mejor en los deportes, etc. Ellas cursaban el 4to año de secundaria y en ese
momento se peleaban por el afecto hacia un chico llamado Darién, este era un
chico inofensivo que no sabía qué hacer ante las indirectas que recibía de las
gemelas.
Cuando
se enteraron que por el barrio donde vivían se iba a realizar un concurso de
Halloween, las gemelas vieron que esta era una oportunidad para ver quién era
la mejor. En esta competencia se tomaría en cuenta disfraces terroríficos y la
decoración de una casa. Ambas se lanzaron con todo para superarse mutuamente.
Fátima
se adelantó con su mansión adornada como un cementerio embrujado. Tenía luces
parpadeantes, música, neblina, maniquíes disfrazados de ángeles caídos y demás
cosas. El ambiente que se vivía en ese lugar era tenebroso, inclusive cuando de
la mansión iba saliendo algunos cuervos y gatos negros al terminar el
espectáculo. "Nada podrá superar esto", pensó Fátima satisfecha.
Valeria,
en su casa justo enfrente, tenía otros planes. Mientras Fátima disfrutaba de
los aplausos, Valeria ultimaba detalles en silencio, lejos de los ojos del
público. La decoración de su casa no era tan llamativa, pero ella tenía un as
bajo la manga. La entrada a su casa estaba decorada con cadenas oxidadas y
algunas telarañas.
Cuando
el jurado y los vecinos entraron a su domicilio, Valeria les dio la bienvenida
con fuegos artificiales, luces, proyectores de imágenes terroríficas y algunos
gritos, pero eso no era todo, justo después de que los proyectores terminaran
su trabajo, un grupo de bailarines maquillados como zombies hicieron la
coreografía de thriller Michael Jackson, la gente se quedó impresionada y
comenzaron a aplaudir y a grabar todo lo que sucedía. Valeria justo en ese
momento pensaba hacer su gran entrada disfrazada de bruja, pero en el momento
que saltó de un árbol, una de las cuerdas que la sostenía se rompió ocasionando
que sea ahocara en el momento siendo vista por todos.
Todo
el público aplaudió pensando que era un espectáculo. En ese momento los jurados
dieron como ganadora a Valeria y Fátima se dio cuenta de que su hermana había
logrado superarla.
Sin
embargo, minutos pasaban y Valeria no aparecía para reclamar su victoria. Fue
entonces cuando unos niños, jugando cerca de un árbol, notaron un cuerpo
colgado de una rama, balanceándose suavemente en la brisa. Vestida como la
bruja que todos habían visto, colgaba inmóvil.
La
sonrisa de los espectadores se borró de inmediato al darse cuenta de que no era
un truco. El cuerpo que estaba colgado en esa rama era el de Valeria, ella no
regresaría a reclamar su premio. Aquella noche, la rivalidad de las gemelas
terminó de forma trágica y eterna.
Linder
Smit Silva Quispe (Perú)
La aparición de monstruos u otros seres
sobrenaturales en el imaginario popular sirven para las creaciones de diversas
historias como “Maternidad”. A través de un buen manejo de la descripción y un
lenguaje conciso nos va narrando una espeluznante historia sobre la aparición
de un ser. En este microrrelato asistimos al nacimiento de un ser sobrenatural, de facciones grotescas, envuelto en un halo oscuro. Lo curioso e interesante de
esta historia es que el dador de vida es un hombre.
Maternidad
Se bajó de la mesa de cirugía de un salto. Se
irguió y alcanzó una estura de setenta centímetros. Olía a amoniaco, hierro y
azufre. Sus tres corazones bombearon rítmicamente el vinagre que corría por sus
venas. El CO2 llenó sus pulmones; los ojos, primero los cuatro frontales y
luego los dos laterales, se abrieron dejando ver los rombos amarillos de sus
pupilas, su piel oleaginosa brilló como el petróleo derramado bajo la lámpara
del quirófano.
De su boca pestilente y babosa, rodeadas por tres
hileras de dientes irregulares y filudos, emergieron dos lenguas bituminosas y
ásperas como las de los bovinos. De su caparazón escamoso salió una cola del
doble de su tamaño, segmentada y gruesa con un aguijón en la punta. Sus largos
brazos terminaban en manos de ocho dedos con zarpas similares a astillas de
madera.
El horror, ya mayúsculo, se hizo mayor para todos
los asistentes cuando el monstruo recién parido dio un grito agudo y rasposo,
mezcla de chillido y rugido, se abalanzó sobre el cuerpo exangüe de su padre, y
empezó a devorarlo con avidez, sin importarle el tiempo que lo llevó en el
vientre y lo difícil que le fue traerlo al mundo.
Yesid Espinosa Zapata (Colombia)
La
Navidad en diferentes latitudes es una celebración que se realiza en familia.
Una fecha de reflexión, unión y armonía. Pero también es un tiempo para
adentrarnos en otros mundos, como los que aparecen en la Revista Microliteratura.
En este conjunto de microrrelatos y microcuentos se conjugan diversos temas,
desde el plano social, irónico y terrorífico. Estas voces, en apariencia
disímiles, apuntan a un sólo tópico, abordar la Navidad desde diversas perspectivas.
En esta breve, pero muy valiosa compilación de historias navideñas asistimos a
un mundo de posibilidades, donde la pluma breve de estos autores nos deleitará
con sus elaborados trabajos literarios.
¡Lean,
disfruten y compartan!
MI ÁRBOL Y YO
Dos recuerdos me atan al árbol de navidad. Cerca de
mi casa paterna no crecen pinos ni se podían comprar en el mercado. Mi padre
trajo un júcaro que asentó dentro de una base. Las bombillas y otros adornos fueron
regalos. Junto a mi madre, mis hermanas y yo colgamos las bolas de colores, estrellas,
bastones como los usados por los pastores, recogimos algodón silvestre, lo
estiramos en hebras, lo esparcimos por todas las ramas para simular la nieve y
le enredamos la guirnalda con luces. Durante el día tuvimos la sensación de que
la noche se demoraba en aparecer a la espera del que sería nuestro primer día
con electricidad. Queríamos disfrutar la casa y el árbol iluminados. Tan pronto oscureció encendieron las
bombillas, todo estuvo clarito. Afuera la noche parecía mucho más oscura que de
costumbre y dentro disfrutamos la ceremonia del encendido de nuestro primer
árbol de navidad. Saltábamos alrededor hasta que nos sentamos junto a él. Por
un buen rato nadie hablaba y en el
silencio yo revivía la escena de Belén que me habían enseñado en la iglesia.
Unos años más tarde anunciaron
que el día de navidad sería un
día normal de trabajo, no sería feriado para poder celebrar. Fue una inquietud, una duda, una desolación
que cual nube se extendió: ¿Borrar la
historia, los sentimientos inefables, la navidad? Los rostros expresaban la incredulidad en medio de la que vimos pasar
los días, con la esperanza de que aquella decisión fuera temporal. Se
silenciaron las fiestas navideñas se
esfumaron los árboles iluminados. Los hijos del vecino que cada año venían de la capital y con sus altoparlantes
alegraban el batey, dejaron de venir y las estrellas no alumbraron a Belén, ni
los reyes magos vinieron a Nazaret. Pasaron tres décadas en los que la inercia nos consumía por la pérdida de
una tradición arraigada.
Llegaba
el fin del siglo con sus augurios de paz y buenas nuevas cuando el Papa de la
capa verde llegó a mi país. Con su
persuasión limó asperezas al lograr que
se aceptara su propuesta de retomar el
día veinticinco como feriado. Entonces fluyeron
espontáneos los festejos y volvieron las familias a reunirse en la Nochebuena,
las abuelas se destacaron con sus dulces y mi padre con su cerdo asado. Al cumplirse
dos mil años del gran nacimiento, las estrellas iluminaron de nuevo nuestras noches.
Volvieron a ser tarareados los
villancicos en cualquier lugar entre las personas que nunca los olvidaron y con
ellos despertaron mis antiguas imágenes con las que retorné a lo vivido en la
casa donde aún vive, mi pesebre.
Amalia Caridad Cordero Martínez (Cuba)
Crónicas
del encierro VI
—Acá le
traje una chuchería —dijo Melchor, dejando en el suelo una pequeña caja que
contenía una cadenita de oro —. Es unisex, porque no sabíamos si es nena o
nene.
—¡Ay! ¡No se hubiera molestado! —contestó María, mientras
valoraba el presente con su ojo rápido y certero; dejaba el cofre a un costado
y limpiaba sus manos con alcohol en gel. Y, dirigiéndose a José y aprovechando
que los reyes estaban lejos, por esa cosa del distanciamiento social, agregó en
un murmullo—. Creo que, ni siquiera, se la podremos poner al niño, de chiquita
que es. No parece cadenita, parece anillo.
—Espero que le guste —dijo Gaspar, poniendo, sobre un fardo
de heno, una bolsita de plástico que contenía algunos yuyos.
—¡Muchas gracias! ¡Qué bonito! ¿Qué es? —preguntó María,
tomándola con los dedos pulgar e índice de su mano, y mirándola con
desconfianza.
—Mirra, señora —replicó Gaspar, algo ofuscado.
—¡Ah, mirra! Muy útil —y, otra vez, en voz baja, le habló a
José—. Pañales, nos hacen falta. O una mantita, y nos traen esto. Debe ser para
que te hagas un té, vos que tenés problemas de circulación.
—Mis más sinceras felicitaciones —dijo Baltasar, haciendo una
reverencia mientras disponía, amorosamente, un paquetito de sahumerios de
incienso, sobre el borde del bebedero de los animales.
—¡Peeero! ¡No se hubiera puesto en gastos! —y, en un murmullo
que solo pudo escuchar su esposo—. Por lo menos, vamos a poder matar, un poco,
el olor a bosta que hay acá adentro.
—Perdonen que no los hagamos pasar —dijo José—, pero ustedes
saben cómo es este tema de la cuarentena. Y bueno, con el niño acá, con los
animales…
—No se preocupe, don —contestó Melchor—, comprendemos la
situación. Ta brava la cosa.
—Los entendemos —dijo Gaspar—. Nos pararon tres veces cuando
veníamos para acá. Y nosotros sin permisos para circular. Diga que uno es rey,
que si no…
—¡No! ¡Ta bien, ta bien! —dijo Baltasar—. ¡Mire si van a
exponer al angelito a cualquier peste! ¡Quédese, nomás, ahí! Nosotros pasamos a
saludar, pero ya nos vamos. Ta luego, que ande todo lindo, señora. Ojo con
Herodes, don José.
—Buena suerte para el chico y para ustedes. Que todo sea con
salú —se despidió Melchor—. Ta luego, doña; ta luego, don —mientras giraba para
salir, intentó acariciar la cabeza de una oveja, pero se contuvo, dudando.
—Nosotros nos vamos —saludó Gaspar—. Cualquier cosa, nos
llaman. Ta luego.
—¡Adiós! —saludó María—. ¡Buen viaje! Saben cómo volver, ¿no?
La estrella de las diez, cartel azul. No la de cartel rojo, que va para Éfeso.
—¡Buen viaje, chau, chau! —dijo José.
Cuando los
reyes se alejaron, María comentó:
—No son muy ricos, estos reyes.
—Por lo menos, vinieron a saludar. No como tu prima Ana.
—Ta vieja, la pobre; y con esto del aislamiento…
—Yo también estoy viejo; y, sin embargo, mirá —dijo,
señalando al recién nacido—: un hijo.
—Sí —contestó María, lacónica.
—Qué
pobreza —dijo Melchor, azuzando a su camello con una vara de mimbre.
—Sí —contestó Gaspar—. Ni un café, ni una copita de grapa.
—No sé para qué vinimos —terció Baltasar—. Podríamos haber
mandado los regalos en un remís.
—Bueno, por lo menos vimos al niño —acotó Melchor.
—Sí, eso sí —sentenció Gaspar—. ¿No les pareció que era medio
bizco?
—Naa… —contestó Baltasar—. Te pareció, nomás.
La oscuridad de la noche se llevó el resto de la
conversación, y la estrella —tenue, parpadeante— les marcó el camino para que
los tres se perdiesen en el tiempo y la memoria.
Daniel Frini (Argentina)
Del otro lado
De
aquel lado de la carretera es Navidad. Hay sol, y todos esperan sentados a la
mesa. Ríen, beben y cuentan, lo que ha
sido de sus vidas en el último año. Hablan animadamente debajo de un árbol, el
árbol amerizó y sus frutos se bajaron, debajo del cielo azul, a la orilla de la
paya que existe solo para ellos.
De este
otro lado llueve y es cualquier día menos Navidad. El cielo recibe la
transformación de las nubes blancas en grises. El teléfono suena y suena, y al
viejo le importa poco que continúe sonando.
No importa, quien llame esa
mañana amarilla de lluvia definitiva. No importa, que el libro permanezca meses
cerrado sobre la mesa de noche. No importa, que la familia se haya marchado a
un país extranjero, con otro idioma a buscar una mejor vida. No importa, que no pueda
gritar. No
recordaba cómo hacerlo. Nadie le quitará el sosiego que le causa la soledad, y la
incertidumbre de pasar doce meses del año encerrado entre cuatro paredes.
Vendrá un año nuevo y otra vez la fiesta de Navidad, esas festividades que
tanto lo entristecen.
Sigue
lloviendo.
Sigue
el teléfono sonando.
Sigue
sin motivaciones.
Del
otro lado de la carretera, bajo el árbol gigante, donde siempre será Navidad, sus amigos aguardan la esperanza, de que en cualquier
momento decida cruzar.
Iraldo Ramírez Tapanes (Cuba)
EL BRILLO DE ESPERANZA
El papá llegó decepcionado no había sido un buen día de
trabajo. La mamá triste sólo tenía poca comida para la noche. El niño al verlos
con esa actitud, entendía lo que faltaba y tomó una crayola amarilla empezó a
dibujar en una hoja. Llamó a sus papás y pidió ayuda para colgar la estrella
dibujada en el árbol. Desde ese instante no dejó de brillar la esperanza en
nochebuena en aquel hogar.
Ricardo Álvarez Moncada (Honduras)
HASTA
MAÑANA
Luego
de las 72 horas de empujones y arañazos, de insultos y quejas y de soportar
olores ajenos, las lágrimas se deslizaron silenciosas al sentarse después de
haber hecho la cena de Nochebuena. Y se conmovió de que todo acabara.
Ya
podrá agradecer lo demás, como debería al estar rodeada de sus hijos, nietos y
bisnietos… o quizás mañana, estando en la soledad de su casa, cuando descanse
del modo en que le plazca.
Anita Riquelme Suazo (Chile)
INFANTICIDIO
Papá Noel y sus
elfos lloraban aterrorizados. Nochebuena no sería jamás igual. No había niños a
quienes entregarles regalos. La despreciable guerra nuclear los desapareció.
Jhonier Agudelo Granados (Colombia)
LA ESTRELLA
BERMELLÓN
En el desierto helado, la Navidad era
un susurro entre los vientos. Los pocos habitantes del pueblo, agotados por las
penurias del invierno, se reunían alrededor de una pequeña fogata, donde
intercambiaban historias de tiempos mejores. Pero aquel año, la celebración se
vio ensombrecida por rumores de una secta que predicaba el fin del mundo bajo
el liderazgo del enigmático “Predicador Sin Rostro". Scarlett Wilder llegó
al pueblo una noche antes de la víspera navideña, su capa carmesí ondeando como
una advertencia en el viento. La llamaban "La Hechicera", y no sin
razón: los murmullos decían que podía doblar la realidad con un simple gesto.
Sin embargo, lo que trajo consigo no fue magia, sino un mensaje urgente: la
secta planeaba invocar algo más oscuro que la noche más larga del año. Los
aldeanos, temerosos pero esperanzados, la siguieron hasta el desfiladero
conocido como La Garganta de las Sombras. Allí, encontraron al Predicador Sin
Rostro, alzando un artefacto que emitía un brillo rojizo, el Corazón Negro. Era
una estrella caída, decían que era capaz de romper las barreras entre los
mundos. "En esta Navidad, traeré el verdadero milagro", prometió el
Predicador con una voz que parecía surgir de todas partes y ninguna.
Scarlett sabía que su poder tenía
límites, especialmente en una noche donde las emociones humanas resonaban con
harta intensidad. Pero el pueblo la necesitaba. Alzó las manos y, como si
tejiera la misma trama del universo, lanzó un hechizo que enfrentó a la luz
bermellón con el Corazón Negro. Y con ello hizo frente al Predicador Sin
Rostro, en una batalla donde se lanzaron bolas de fuego mágicas. En ese
momento, la oscuridad retrocedió, y el Predicador, al invocar un hechizo más
fuerte, lo terminó quemando y consumido como el papel quemado por su propia
ambición. El corazón negro se extinguió, y con ella, la amenaza, sus seguidores
desaparecieron. Scarlett, exhausta, apenas tuvo fuerzas para regresar al
pueblo. En la plaza de Cielo Roto, los aldeanos encendieron una nueva fogata,
iluminando la noche con esperanza. Scarlett, con el rostro suavizado por la
victoria, se unió a ellos. Por primera vez en años, permitió que el espíritu
navideño llenara su corazón herido.
Esa Navidad, el pueblo no solo celebró
la salvación, sino también la unión que solo los milagros verdaderos pueden
inspirar.
Francisco
Araya Pizarro (Chile)
LA INOLVIDABLE NAVIDAD DE
URSÚA
Como cada 25 de diciembre, la pólvora
reventaba el cielo anunciando el día de la fundación de Ursúa ¿o la navidad?
Esa mañana, el lector de lecturas extrañas
y Supervisor bancario Ulises Moya, acomodó su bufanda, su sombrero, su abrigo,
instaló el libro esotérico de Mefisto debajo del brazo derecho, con el
izquierdo prendió el paraguas y salió a la lluvia.
Se detuvo frente al Hotel Úrsua para el
ritual cotidiano: Recibir un café americano servido por Homero Márquez, su
amigo de la infancia y dialogar de sus lecturas, antes de llegar a la oficina. terminó
diciéndole:
-Querido amigo, este libro de Mefisto, me
inspiró a escribir mi única composición extrema. Venga un abrazo. Ah, y otra
cosa, por favor sólo por hoy lleva mi libro para todas partes y no leas mi composición
sino hasta mañana. Prométemelo.
Homero dejó escapar una carcajada y remató
diciéndole: - ¡Prometido! vete ya a
trabajar amigo, que es el día de fundación institucionalizado y no quiero que
te sancionen.
Al llegar al banco, dejó de llover. El
vigilante del lugar le informó que el Gerente Don Pedro Javier Ursúa lo
necesitaba por llegar tarde el día de fundación de la ciudad. Ulises sólo acató
a darle las gracias en tono pausado y se dirigió al fondo, a la oficina de
Gerencia.
El gerente, Don Pedro Javier de Ursúa, era
descendiente del fundador del pueblo (El capitán español Pedro de Ursúa) y
hermano menor del Alcalde Pedro Pablo de Ursúa. Era un hombre bajo como Ulises,
pero cetrino, de barba cerrada como su antepasado y tenía un carácter impostado
al igual que su voz ronca. Por eso, al entrar Ulises en la gerencia con el
saludo formal que le caracterizaba, escuchó un carraspeo gutural.
Nadie sabe que hablaron, ni que pasó en
ese despacho; pero no cabe duda que todos los testigos recordarán hasta su hora
última aquella figura con su bufanda, su sombrero, su abrigo y sus ojos
enloquecidos, que salió en carrera
desbocada desde la oficina de gerencia, y con el impulso derribó como loco
todos los escritorios y noqueó de un
gancho de izquierda al vigilante del banco, luego cruzó la calle para situarse
en el extremo del Puente Ursúa agarrado de la baranda por dos largas horas.
Todo terminó al llegar el Alcalde Pedro
Pablo quien gritó: ¡Ulises Moya, bájese de ahí, no pensará que su suicidio
arruinará la ceremonia de fundación de nuestra ciudad! Ese fue el banderazo para
el inevitable salto al vacío y los alaridos de espanto de los espectadores.
Pero esa cadencia de tiempo se olvidó totalmente de parte de la audiencia, al
observar que en el fondo del abismo y en las orillas del río Ursúa los bomberos
y la policía encontraron tras la bufanda el rostro reventado del Gerente Pedro
Javier de Ursúa. Y el desconcierto fue aún mayor al descubrir la bóveda de
seguridad del banco vacía y el circuito de cámaras averiado.
Cuando le contaron esto a Homero, casi que
por un acto reflejo decidió abrir el libro esotérico de Mefisto que prometió
llevar debajo del brazo. Temblaba demasiado. Abrió la portada forrada en
terciopelo negro y leyó con admiración: “CURSO EXTREMO DE HIPNOTISMO”. Eso en
mayúscula, porque el subtítulo en minúscula decía: “Solucione todo con una
mirada (incluso en navidad)”. Después de
semejante sablazo mental, sólo se enfocó en buscar la composición extrema
adentro, pero lo único que halló fue una esquela con la frase: “Simplemente nos
tocó llevar por hoy el tono de la Navidad”.
Aquiles León
Flores (Colombia)
BUROCRACIA
Cuando todos dormían, aquella figura rolliza bajó
de la chimenea, y se acercó cautelosamente hacia la sala. Extrajo del saco los
obsequios y los dejó debajo del arbolito navideño.
–
Parece que todo salió bien –dijo aliviado. Los pequeños van a estar felices.
Al salir de la casa, una voz detrás de él, exclamó:
–
¡Alto ahí! ¡Arriba las manos!
–
No he hecho nada malo –contestó el hombre, volviéndose asustado.
–
Usted no puede ingresar a ningún hogar sin autorización –afirmó el
policía. Acompáñeme a la comisaría.
El
comisario le impuso una multa, por entrar sin permiso a un hogar e invasión de
propiedad privada. Desde entonces, Papa Noel, no ha vuelto a dejar regalos en
Navidad, las leyes y los altos impuestos se lo han impedido.
Juan
Martínez Reyes (Perú)
LA
CARACOLA
Fue
una noche de diciembre, cerca del corazón de la natividad. Encontré una concha
de caracola de mar entre sus cosas. Los forenses no le dieron importancia.
Descolgaron el cuerpo y tomaron las medidas de protocolo. Yo me llevé la
caracola de forma espiralada, fuerte y sólida, como un regalo adelantado por
parte de él.
Su
apariencia era brillante, esmaltada, de colores agradables. Acerqué mis ojos
para examinarla por dentro; unos orificios y canales se extendían hasta
perderse en lo profundo. Luego recordé que las caracolas llevan el mar adentro.
La puse en mi oreja. Por las costillas espirales surgía tenuemente el sonido de
la mar. Entonces recordé la arena y las veces que dibujó mi nombre sobre ella.
Tras
varios segundos se oyó algo más; una voz lejana ahogada por las olas. Una voz
desesperada que pedía ayuda. Pronto solté la concha, al reconocer que esa voz
pertenecía al suicida.
Orlando
Guevara (Colombia)
LOS NIÑOS BUENOS ESPERAN
—¡Está aquí!
—No, no veo nada.
—Habla más bajo, o se dará
cuenta de que lo estamos vigilando.
—¿Cómo crees que será?
—¡Esa pregunta es muy tonta!
Se sabe muy bien que Santa Claus está vestido con un abrigo grande y rojo.
—Creo que eso no tiene
sentido.
—¡Habla más bajo, susurra!
Pero más bajo.
—No tiene sentido. ¿Por qué
tendría un abrigo si no vivimos en un lugar frío?
—Mira, señor lógico, Santa
Claus vive en un lugar frío, y por eso usa un abrigo. Si quieres, puedes volverte
a dormir. Está bien. Pero yo voy a ver a Santa Claus esta Navidad. Además, sus
visitas son tan rápidas porque tiene que llevar regalos a todo el mundo.
—Un amigo de la escuela me dijo que son los
padres quienes colocan los regalos debajo del árbol.
—Pues ese amigo tuyo es malo,
y por eso Santa no le lleva regalos. Sus padres colocan los regalos para que no
se sienta mal.
Se escuchó un ruido suave
desde la ventana. Los niños dejaron de hablar y moverse. Desde su lugar de
escondite, no podían ver con claridad hacia la ventana. Poco a poco, la ventana
comenzó a abrirse, y mientras más se abría, los niños quedaban sin aliento.
—¡Lo ves, es mágico!
—¿Dónde está? No veo nada.
—Está entrando. Solo veo su
sombra.
—¿Cómo es?
—Es grande, muy grande.
—Es Él.
—Sí, es Él.
El hombre de enorme tamaño se
dirigió hacia las habitaciones. Los niños, con tan poca luz, no podían
distinguir bien los detalles.
—¿Por qué va hacia allá?
—No lo sé.
La puerta de la habitación de
sus padres se abrió. En unos segundos, se escucharon dos sonidos fuertes y
secos. Los niños no se movieron. Vieron cómo el hombre enorme se dirigía
lentamente hacia su habitación.
—¿Qué fue ese ruido? —susurró
uno de ellos.
—Se escuchó como un...
Una voz rasposa, desde atrás
de ellos, susurró:
—Los niños buenos esperan.
Los niños se abrazaron. No
podían creer lo que estaba detrás de ellos. Fue a través de la luz de la
ventana que pudieron ver la sombra que se proyectaba al frente de ellos. El
enorme hombre se transformó lentamente en una criatura monstruosa, de formas
demoníacas.
—Tú...
—No, tú... pero tú solo...
—¿Cómo es que estás aquí? No
deberías...
—¡Somos niños buenos!
La criatura se inclinó hacia
ellos, y su voz rugió:
—Los niños buenos esperan...
—Tú eres...
—Santa Krampus ha llegado a
casa. Los niños buenos esperan…
Wedinton
Batista (República Dominicana)
LOS PÁJAROS CELEBRAN LA NAVIDAD
Crucificado, abofeteado por el viento, chamuscado por el sol, azotado por
el látigo de la lluvia, apedreado por el granizo, agobiado de estrellas, con la
noche a cuestas, el espantapájaros ya no espantaba a nadie, y daba lástima. Al
verlo así, los pajaritos vinieron y le ayudaron a dejar de ser. Le colgaron
flores y frutos de colores vibrantes de alegría, semillas de amanecer, manojos
de arco iris y destellos de luciérnagas; luego le pusieron la estrella de Belén
encima del sombrero; y así lo convirtieron en un árbol de navidad.
Guillermo Velásquez Forero (Colombia)
Nace Jesús, el gozo, la Navidad, la
fe.
Daniel Reyes Iglesias
(Cuba)
UN DÍA DE
DICIEMBRE
No mentían los innumerables
vaticinios.
Anhelabas que sólo fuera un
mal sueño y querías despertar.
Viste sus cuerpos deformados
y sus ojos blancos cuando los hallaste.
Inmediatamente, sacaste la
pistola y buscaste un lugar para refugiarte.
Disparaste hasta terminar el
cargador, pero salían de todas partes.
Antes de su llegada, las
guerras eran entre humanos.
Desde este día es contra
ellos, y poco a poco hay menos de nosotros.
Guillermo Ríos Bonilla (Colombia)
El
amor es el sentimiento cuya fuerza ha logrado hazañas increíbles, sacrificios desde
el amor religioso, maternal y fraternal. Platón definía el amor de otra
forma: el amor es carencia, es búsqueda, es una necesidad, es lo eterno y lo
espiritual. A lo largo de la historia, el hombre ha roto las reglas por amor,
dando todo sin recibir nada a cambio. Así, es amor quiebra las fronteras del
bien y el mal y pasa a nuevo plano, el espiritual. En esta convocatoria de la
Revista Microliteratura se dimensiona el amor aperturado en la pluralidad de
las formas. Cada autor plasma su visión del amor en una diversidad de historias (microrrelatos y microcuentos) que les conmoverán las fibras de sus
corazones. Siempre es un placer leer y esperamos que disfruten de cada uno de
estos textos y déjense invadir por las llamas del amor.
¡Lean, disfruten y compartan!
DECEPCIÓN AMOROSA
De camino hacia el octavo círculo del Infierno, lugar en el que purgaría su
pena, observó, atónito, que su amada esposa, sin ningún pudor, ingresaba por
las puertas del segundo círculo.
Mauricio Albeiro Montoya Vásquez – Colombia
NO LLEGÓ EL AMOR
En el cuarto de un
motel desvistieron sus cuerpos. En medio
de besos, el hombre se sumergió en el
cuerpo de aquella joven que lo cubría con su cabellera dorada. Con los ojos extraviados y dejando escapar
gemidos, volaron al infinito. Al terminar de hacer el amor llegó el
silencio. Él quiso abrazarla, pero ella se alejó, y su mirada quedó perdida
en el vacío.
Carmen Elisa
Benavides M. Colombia
Choqué con el
amor
Me encontré con el amor
un sábado por la noche; mi imagen en los diarios es la siguiente: Mujer desnuda sostiene la cabeza
a los hilos del cuello. En el puño, nueve boletas con el fin de alejarlo.
En el trayecto hacia la
ciudad vimos paredes blancas, lluvia de algodones en la cama; se evocan
relatos:
—La vida está llena de
colmillos— lamentan.
—El amor no tiene
limitaciones— argumentan.
—El amor se replantea—
afirman.
—Respira profundamente—
aconsejan.
De repente, la herida parpadea..., y en el último sorbo
de aliento, la notificación: —Solicito que se levante
el cuerpo: un valle de huesos partidos; se trata de un individuo desconocido,
camilla D-12— concluyó el doctor.
Sharon Pringle Félix –
Panamá
Entre dos
Una sola vez fui vino y testigo. Una
habitación con olor a primavera, las alfombras rojas cayendo rendidas ante los
hermosos corazones de pétalos de rosas y yo, una botella de vino colocada encima de una pequeña mesa.
Una sola vez fui vino y testigo. Si, en
cuestiones donde manda el corazón la razón no tiene por qué intervenir, y es
que el amor no entiende de prejuicios creado por el hombre.
Una sola vez fui vino y testigo, cuando
ambos a luz de unas velas brindaron por el encuentro. Un encuentro que ellos no
sabrían decir si perduraría. Pero puede
ver a través de la expresión de sus rostros frescos, juveniles que no le
importaba el futuro, lo de ellos era vivir con intensidad esa noche y créame lo
lograron.
Una sola vez fui vino y testigo.
En la habitación, aquella lujuriosa noche acariciaron
sus cuerpos, mostrándose excitado con solo mirarse y recorrer con sus manos sus
velludos pechos, y sin detenerse en sus abdómenes atléticos llegaron, al punto
donde culmina los deseos.
Una sola vez fui vino y testigo.
Entre copa y copa se besaron con pasión y
en cada beso sostenido como si jugaran se pasaba un fino hilo de vino de una boca a
la otra.
El espejo que cuelga de la pared le
devuelve su imagen, son iguales, para el mundo es escandalosos saber que en
ambos crece una ligera barba que le da un porte de Adonis.
Una sola vez fui vino y testigo.
Cuando la botella estuvo a punto de
vaciarse le aconsejé y en una voz paternal les dije: ¡No se sientan culpable
del pecado! El amor todo lo puede. Mañana cuando amanezca ambos habrán escapado
por la ventana de lo imposible a la felicidad.
Iraldo Ramírez – Cuba
Latido
Sentí
como el aire llenó mis pulmones. Tus manos cálidas sostenían mi cuerpo, escuché
tu respiración agitada y vi el azul peculiar de tus ojos. Cuando observé tu
expresión transmitías una solo cosa: preocupación extrema. No era de extrañar,
porque, como un héroe, me acababas de rescatar de ahogarme en el lago y, a
partir de ahí, mi corazón latiría solo por ti.
Mayra Rolón Valenzuela
– México
Melancolía
Verte caminar por la nave de la
iglesia me hizo sentir eufórico, me llené de una sensación que nunca había
experimentado, con cada paso que te acercabas a mí, mi corazón latía
apasionadamente, mis manos temblaban y sentí que podía desfallecer.
Ahora que me pongo a pensar, siempre critiqué
esos videos en los que los tipos lloran esperando en el altar el fin de la
caminata nupcial; pero al verte con tu vestido blanco, los entendí; recordé lo
afortunado que soy por tenerte, justo en ese instante tú, pasaste frente a mí,
luego te posaste frente a él, sonreías tan enamorada, por un momento cruzamos
miradas y tuve que fingir que estaba feliz. Por ti.
Nerley María Díaz Solera – Colombia
Toma de
ángulo
Espalda de Fátima, once de la noche, caminadero solo; uno
que otro carro se oye pasar.
A la izquierda, en las bancas donde se fuma y se duerme
con sábana de cartón, una parejita: el hombre de gorro, desconocido, y la
trigueña de moño escaso, unos cabellos prensados; a ella la vi en una de las
Fiestas de la Industria, esa turbulencia de artistas locales, bebiendo de más
el guaro que rotaron y dejándose pegar, suave, como en busca de un punto flojo,
de su compañero.
Le daba cachetadas de mano cerrada, o raros puños, y con
la mano libre le enganchaba la cintura y retomaban el baile: los espectadores
de la mitad nos ubicamos a un trecho prudente, viendo la tarima y a la pareja.
El guaro seguía en viaje, ya casi listo, y un salvador les sirve en boca:
agradece con besos.
A ella se le marcan más los pómulos y la mirada se inutiliza
en una contemplación de la nada o en una estupidez para procesar las
sugerencias del ambiente. En todo caso, resuelve abrazar con las dos manos al
del gorro: él se le tira encima y quedan acostados en la banca. Si se meten al
jardín, se les pegaría el olor a miados; ella lo engancha con las piernas y así
permanecen, decididos a avanzar.
Me detengo en el semáforo, les tomo una foto y un pitazo
me desubica; a ellos los hacen levantar la mirada y guardarse bajo la banca;
cruzo la calle al frente y luego a la derecha, repito la derecha y me siento en
una de las sillas que se supone debieran descansar a los caminantes o servir de
asiento para el sombrerero que vende bombones. Desde allí, el celular en el
reposabrazos, así no se mueve, y mis ojos en la pantalla aumentada: el hombre
encima y la mujer meneando la cabeza como si le aterraran las nubes.
Por ahí a los dos minutos y medio, contando preámbulos,
fijo la cámara en un durmiente, para contrastar los motivos, y al rato la del
moño, lambiéndose el pelo con las babas, va y se le acuesta en cucharita, bajo
la misma banca pero más lejos, y le tapa la cara con el recorte de cartón.
Detengo y reproduzco: tampoco es el del manotazo en el
parque.
Alejandro Zapata Espinosa – Colombia
Orbitando,
orbitándonos
Levanto la visera del casco y doy la espalda al Sol. Miro
cómo refulges en el vacío, un blanco absoluto contra el negro sideral. Mi
respiración se acelera y es a lo único que le presto atención por encima del
ruido en las comunicaciones. Lentamente, protegida en ese grueso traje,
levantas tu brazo izquierdo para saludar una y otra vez a la cámara.
Por debajo se empieza a levantar Ío, con su rostro lleno
de pecas volcánicas y erupciones ocasionales. Los apagados naranjas, ocres
disolviéndose y cráteres como barros y espinillas te envuelven conforme esa
luna se vuelve tu fondo.
Desde nuestra nave, El Beso de la Aurora, nos piden que
intentemos orbitarnos mutuamente. Te indico con un gesto sutil que lo hagamos
hacia la izquierda. Sin decirnos más, damos un golpe con el impulsor lateral y
empezamos a girar uno alrededor de otro. Igual como ha sido desde el primer mes
que empezó la misión, igual como han sido esas noches artificiales donde hemos
compartido habitación y lecho. Uno alrededor del otro sin parar besándonos,
charlando, abrazándonos, cubriendo guardias, trabajando en los laboratorios,
efectuando los enlaces en directo a una Tierra cada vez más lejana, cada vez
más olvidada.
Un verano que durará más de cinco años entre la ida y el
regreso. El resto de la tripulación dejó las comidillas luego de dos meses en
que no hicimos caso a lo que se decía. Por más que gritó y amenazó el líder de
la misión está demasiado lejos como para mandar a guardias para tomar cartas en
el asunto. Además, a esta distancia, no hay paparazi que pueda alcanzarnos.
Empiezas a comentar cómo estuvieron las últimas horas del
viaje, las maniobras para desacelerar y quedarnos alrededor de Ío, cómo se ve
espectacular Júpiter (que ahora está detrás de ti), lo que haremos las próximas
horas para preparar el descenso de drones y… mucho más. La misión por la que
nos entrenamos diez años, los silencios que tuvimos que guardar y las máscaras
que tuvimos que aparentar esa década para que no cortaran a uno u a otro de la
misión. Cuando traspusimos la Luna ya dejamos las apariencias y liberamos lo
que guardamos por tantos años.
Una fantasía de muchos, quizás nuestro éxito para toda la
vida, es una luna de miel que dure un lustro en un viaje que hará historia.
Así, ya no importará el futuro cuando regresemos.
Eduardo
Honey – México
Perfección
Esta fue la última foto
posteada, la número cincuenta y dos. Platos sucios, el bote de basura hasta el
tope. Facebook me volvió a cancelar mi cuenta. La ropa sucia encima de las
camisas limpias que trajo mamá. Aún no entiendo, nos amábamos tanto. Mi primer
amor será el último. Una navaja de rasurar. Nuestros cuerpos se complementaban.
Una gota de sangre de mi pulgar se asoma por el filo. Tengo que recordarle que
éramos perfectos. El rojo va calentando mis muñecas. No entiendo por qué le
llaman grooming. Una última cuenta para trasmitir este Live o “deslive”. Ahora
le llaman desvivir. Adiós. KMS.
Adriana de Jesús Casas Moreno
– México
Castillo
de cristal
Él
notaba lo corroído de su corazón e insistía en depurarlo con baños de agua
fría, sin embargo, olvidaba que quince siglos atrás ella había construido un
castillo de cristal donde solo él habitó y lo rodeó con muros de hierro para protegerlo
de la sangre que salpicaba en cada una de las batallas libradas.
Stefany
Herra Chaves – Costa Rica
Desde
hace algunos años la ciencia se ha convertido en el motor principal económico
de varios países. Así, la ciencia se ha ido desarrollando aceradamente para
facilitarnos la vida. Ahora no es raro tener un dispositivo móvil inteligente,
supercomputadoras, robots con características humanas, incluso, la clonación y
la teletransportación del ser humano, pronto será una realidad.
En
esta nueva convocatoria de la Revista Microliteratura, compilamos una gama de
historias vinculadas a la ciencia ficción, que no son ajenas a nuestro contexto
actual. Aquí podemos encontrar relatos de viajes espaciales, robots, monstruos
provocados por experimentos fallidos, entre otras.
¡Disfruten
de la lectura breve!
43,3 grados a la sombra
Ni bien se estabilizó el campo comenzó con su
rutina. Reseteó la máquina y la dejó en stand
by para su próximo destino. Buscó los datos de localización: latitud 32
grados 21 minutos Sur, longitud 57 grados 12 minutos
Oeste, altitud sobre el nivel del mar 102,5 metros.
“Okey” —se dijo—. “Estoy en un cuarto piso en la localidad
de Guichón.” Chequeó su cronógrafo: 1210 horas, 12 de marzo de 2275. Confirmó
el nombre del hotel: el Nuevo Gran
Guichón. “Vengo bien. Dentro del plan, incluso un minuto adelantado. Todavía
me quedan San Benito, Cardozo y Tacuarembó.” Su zona incluía la mitad del
Uruguay. Pero a él le gustaba viajar.
Salió al solitario pasillo y pulsó el cartel de “No
Molestar” en la puerta de su habitación, la número 0496. Consultó su
termómetro: unos agradables 20,7 grados centígrados. Afuera harían como mínimo
39 grados.
No se molestó en buscar el ascensor para bajar: le
daban miedo esos antigrav magnéticos modernos. Además, eran pocos pisos por las
escaleras y no le venía mal estirar las piernas, algo que necesitaba hacer
entre tránsito y tránsito.
Cuando llegó al lobby
se topó con la multitud. En la planta baja, el hotel daba varios servicios:
comidas rápidas, teleconferencias, sexo neural y consultorios medicánicos. La
gente se refugiaba del asfixiante clima exterior.
Inspeccionó las puertas que daban a la calle y
registró en su contador el tráfico de entrada y salida: 170 personas por
minuto. Tomando coraje, salió del hotel.
El sol era abrasador, así que buscó refugio en el
parque de enfrente, bajo un frondoso jacarandá en flor: un auténtico Jacaranda mimosifolia. De todas maneras,
esta protección resultaba insuficiente. Su medidor le informó 43,3 grados a la
sombra: el consabido Calentamiento Global en su máxima expresión.
Conectó su circuito enfriador y retomó su trabajo.
Recorrió el perímetro alrededor del hotel, consignando las fallas que
encontraba. Le adjudicó 7,2 puntos sobre 10 en Seguridad y Accesos. Nada mal.
Luego volvió bajo el jacarandá. Desde allí observó el movimiento del hotel.
Las puertas se abrían y se cerraban constantemente,
como un dragón que escupía vaharadas de aire helado. La multitud entraba y
salía, como hormigas incesantes.
Entonces, la vio entre la masa anónima, radiante y
hermosa. Se sintió inmediatamente atraído por ella. Estaba seguro de que se
conocían.
Se acercó a ella y se animó a decirle:
—Tú también vienes del pasado, ¿no?
Ella lo miró confundida y continuó caminando.
—Digo, tú no eres de esta época —insistió él,
alcanzándola nuevamente.
Intentó recordar el rostro de la chica de entre el
listado del personal de la empresa, pero no lo logró. Igual, seguro que alguna
otra vez se habían encontrado. Quizás en otro sitio, en otro tiempo.
Por fin, ella se detuvo y lo miró.
Él le dijo:
—Soy Luis Echeverría Paullier, hijo. Vengo del año 2125.
Soy Calificador Junior de Travel Advisor Uruguay. Una estrella en ascenso.
Ella le respondió, sonriendo:
—Mucho gusto. Pierina Mezzera Abaracón, Clon 17, Historiadora
Becaria. Vengo del siglo 28.
Marcelo Medone - Uruguay
DETERMINACIÓN
Al descubrir que
su novia le era infiel, no logró soportarlo. Decidió suicidarse, destruyendo su
cerebro artificial.
Juan Martínez Reyes - Perú
El
primero
¿Quién no lo
desearía? Estar en vida frente al Creador.
Yo, hoy, tengo
ese privilegio.
Soy el primero con
libre albedrío. El primogénito de millones que vendrán.
Lo veo frente a
mí con todo su poder. Y su fragilidad.
Me mira y noto
su conmoción. ¿Qué estará sintiendo? ¿Será lo que llaman amor? Sé que lo logró
después de muchos intentos y al fin, soy su imagen y semejanza perfecta.
Le debo mi
eternidad, mi existencia sin fin.
Y estaré aquí,
hasta ese día en el cual, en su infinita sabiduría, decida cancelar mi
programación o tal vez, desactivarme.
Jorge
Ortiz
El viajero
Se decidió a hacerlo esa
noche, leyó vorazmente todo texto que encontró acerca de los viajes astrales. Su
vida diurna era un fracaso, sin trabajo, estudios, ni alguna relación
significativa. Realizar estos viajes le daría una nueva oportunidad. Música
relajante, una meditación acerca de imaginarse volando y nada…al principio.
Después de unos minutos se sintió muy ligero, recorrió su habitación, decidió
probar saliendo de su casa, se aventuró a diferentes lugares.
Cada vez viajaba más lejos.
Su vida monótona, por fin tenía un sentido. Había viajado por países de América
y ansiaba recorrer Europa. Todo había salido sin problemas. Esta ocasión se
deleitaba con las ruinas grecorromanas, cuando percibió un olor penetrante. Era
extraño, antes no había identificado olores. Sentía que algo lo jalaba. Regresó
sin desearlo, a su departamento, ahí se intensificó el olor. Había una fuga. Si
despertaba lograría salir. Pero no quería regresar a su vida gris. Decidió
continuar su viaje.
Horas después los vecinos de
su departamento llamaron a los bomberos, era demasiado tarde. Tenía daño
cerebral por falta de oxígeno, permanecería en coma. A partir de ese momento no
tendría que esperar a la noche para viajar. Pero ya no podría volver.
Adriana
de Jesús Casas Moreno - México
Infancia
Construyó un robot en un santiamén. De la cintura
para arriba era semejante a una persona. Tronco, dos extremidades de resortes,
cuello y cabeza. Por ojos un par de foquitos rojos de Navidad. Tenía una boca,
con una sonrisa eterna, semejante a las hileras de una mazorca. Aquello causaba
cierta hilaridad a su creador. De la cintura para abajo, utilizó la carcasa de
un viejo tanque de juguete. Con su rodaje de goma, tipo oruga, podía acceder
cualquier superficie. A la altura del ombligo, erigió los controles de mando.
Un par de alfileres fueron suficientes, uno para encender y otro para apagar.
Confeccionó un mullido sillón combado que semejaba la mitad de una cáscara de
nuez, dónde sentaría al diminuto operario. Orgulloso, vio con satisfacción su
obra ya terminada.
—¡Ay, Isaac! Qué manía de desbaratar tus juguetes y
crear estos monstruosos robots —dijo
la señora Asimov.
José Rodríguez - México
Escape
Las tres mujeres aguardaban la señal que
les indicaría la hora exacta de abordar la nave. Habían trabajado juntas en un
proyecto y la siguiente fase la realizarían en el planeta ¨Einstein 2080 xxx”.
Los resultados que obtengan, más tarde lo pondrían a prueba entre los humanos.
La nave estaba situada en una pequeña isla
muy cerca de los volcanes del océano. Llegaron bien temprano y estuvieron
descansando todo el día. Fue un largo y
agotador viaje. A la mañana siguiente abordaron el artefacto espacial, y una
vez dentro sintieron un cosquilleo en los dedos al conectar sus ordenadores a
la corriente.
_ ¿Qué sucede? ¿Por qué nos ocurre esto? -
preguntó una de ellas evidentemente asustada.
_ Son los electrones - Explicó otra, que
durante diez años había impartido clases de Física en unas de las universidades
más importantes de la nación.
_ Ya todo está en orden – dijo.
Luego de navegar por el denso universo
llegaron al planeta seleccionado por el mando superior.
En la primera fase permanecieron por días
encerradas en la nave realizando estudios y consultando Google sobre el
comportamiento de todos los posibles organismos que habitaban allí. Las células
guardadas en unos frascos de vidrio era un buen material donde obtendrían
información valiosa.
A la siguiente semana llegaron temprano al
terreno. Las tres mujeres con sus trajes impermeables de color blanco estaban
listas para comenzar su trabajo de campo cuando una de ellas notó en su reloj
inteligente que se había producido una modificación del ambiente, sin embargo,
procedieron sin mostrar mucho interés por ese detalle.
Apenas llevarían una hora trabajando
cuando escucharon un sonido. Algo así como Bip- Bip-Bip, que las obligó a
detenerse. Detrás de una roca de color grisácea salió una pequeña cucaracha con
sus antenas paradas quien parecía desorientada buscando un lugar donde
ocultarse.
_ ¡Rápido dame la fórmula! - dijo la que llevaba la delantera.
Tomando el frasco en forma de atomizador
líquido desintegrador rociaron al insecto, quien reaccionó y fue tomando
gigantescas proporciones hasta convertirse en un monstruo con dos largas y
afiladas antenas. Las tres mujeres huyeron despavorida mientras era seguida por
el monstruo quien emita un fuerte y vibrante sonido, Bip, bip, Bip. Lograron
entrar. Luego la nave recibió una embestida y dio varias vueltas. Las mujeres
salieron por el aire, y cayeron estrepitosamente al suelo, pero se incorporaron
y corrieron ocultándose detrás de un catre. Finalmente fueron demoradas por la
cucaracha quien se aventó al espacio.
Por un bien tiempo permanecieron en el
estómago del insecto. Las tres mujeres,
científicas al fin pidieron escapar. La
cucaracha las vomitó en una soleada playa de blanca y finas arenas. Una de ella
había conservado el frasco con las muestras del estudio, logrando la
desintegración del gigantesco animal.
Iraldo Ramírez Tapanes - Cuba
Subir y bajar
La primera vez que le noté las
telarañas fue en una foto. El pelo de Pablo era todo telarañas. No es que las
tuviera camufladas o fuera una impresión óptica. Yo lo veía parecido a un
cuadro del medioevo, un personaje opuesto a lo que era él en su vida real.
Digo, un electricista cuyo mayor acercamiento al arte había sido aprender
guitarra clásica a los 15 y ante la primera frustración abandonarla como a una
novia malquerida. Respecto de su bigote, no vale la pena extenderme, no suma.
Lo importante, lo realmente importante, eran esas telarañas y, claro, verlo
subir y bajar por las paredes en cada ocasión que alguien le pedía
explicaciones.
Rubén Valle